Detrás de un libro hay siempre toda una historia paralela. La real. El making off de la literatura. Escribir una novela trae consigo muchos altibajos y curiosidades que hacen que este trabajo sea fascinante. A continuación te cuento los entresijos que hubo durante el proceso de escritura hasta la publicación de “¡Qué suerte la mía!”:
1. El proceso de escritura de ¡Qué suerte la mía! empezó antes de que una pandemia mundial irrumpiera en nuestras vidas y se terminó cuando ya la teníamos encima. El hecho de vivir un confinamiento mientras escribía influyó mucho en el curso de la historia. Tanto, que uno de los puntos principales que trato en la novela están condicionados por la primavera en la que todos nos quedamos en casa.
2. Tuve muchas dudas con el diseño de la portada. En esta novela, la protagonista es decoradora de interiores y, a la vez, madre de un niño pequeño. Quise poner un elemento con el que se identificara la personalidad del personaje principal de la historia y por eso, no terminaba de encontrar el diseño correcto. Creé una portada en la que aparecía una mujer con muchas manos, en cada una de ellas sostenía algo: un ordenador portátil, un móvil, una sartén, e incluso un bebé. Sin embargo, no me terminaba de encajar y le di muchas vueltas hasta que al fin, apareció ante mí la imagen de un sofá con una decoración preciosa a su alrededor y vi en él el salón de casa de Emma. Supe que aquella era la imagen que debía usar.
3. Con el título pasó algo similar. Pensé en “La vida que perdí”, “Una vida más sencilla” y títulos similares que no me decían nada, hasta que un día, sin reparar apenas en ello, apareció en mi mente la frase “¡Qué suerte la mía!” Y supe que aquel tenía que ser el título de la historia.
4. Escribí las cincuenta primeras páginas del tirón en tiempo presente hasta que llegó un punto en el que noté que la historia no fluía. Algo había que no encajaba hasta que me di cuenta que era el tiempo verbal el que no me terminaba de convencer. Fue entonces cuando, a través de Instagram, hice una encuesta a mis lectores para saber en qué tiempo verbal preferían leer y, para mi sorpresa, un 50% prefiere las novelas escritas en presente y el otro 50% en pasado. No se me solucionó la papeleta, pero hubo alguien que me dijo: “escribe como te sientas más cómoda”. Fue entonces cuando decidí reescribir las cincuenta páginas ya narradas y cambiarlas a pasado. A partir de ahí, todo empezó a fluir con más facilidad.
Y tú, ¿en qué tiempo verbal prefieres leer? ¡Cuéntamelo en los comentarios!